jueves, 1 de mayo de 2014

El amor a la soledad radica en mi paz interior...



Antes solía pensar que la soledad era algo antinatural, algo que no iba con mi forma de pensar.
Ahora ya la necesito. Gradualmente fui dándome cuenta  que la soledad es lo único constante en esta vida.
Que este rechazo consistía en el miedo a lo desconocido, al temor de perder lo ya seguro. Pero lo único que se tiene tangiblemente es nuestro ser.
Al estar tan empeñados en sentirnos acompañados no valoramos quienes somos, nos volvemos volubles ante tanta gente que nos rodea, caprichosos con quien se puede y sumisos con quienes admiramos.
El entendimiento de la libertad está en la soledad, en hacer inventario de nuestro sentir, de las cosas que amamos y detestamos.
Al final morimos solos, cruzamos solos, sólo nos llevamos lo que somos.
Todo lo dejamos, las posesiones y recuerdos son fácilmente perdidos, cambiados y olvidados.
Nuestro egocentrismo aumenta con los años, buscando dejar un legado, pronto empolvado por nuestras próximas generaciones, modificado a conveniencia de los perpetuadores de nuestra historia.
Fácilmente las cosas dan giros inesperados y la situación, nuestros amigos y familia cambiarán eventualmente.
Si todo de todo el amor invertido en toda esa gente lo dividiéramos hacia nosotros, tendríamos un egoísmo sano. La gente que no lo soporte se marginará por no aceptarte puramente.
En la soledad no hay engaños, somos como somos y no cambiamos.
La soledad es, en esencia nuestra forma desnuda de ser ante el mundo y nosotros mismos.
El rechazo a la soledad no es más que un error común de gente insegura, de falta de autoconocimiento y ausencia de carácter.
La soledad no es la ausencia de gente, sino el internalismo personal en toda su expresión.

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Mateo Moreno