Hace
tiempo que muero por escribirte esta carta. Es verdad, el no haberte visto en
bastantes días lo resentí, pues te veía
y podía besarte diario. Me haces falta.
Es
increíble la dependencia que puede lograrse con sólo amar, es algo inevitable,
pues de cierta manera querer no sólo es
amarte, sino también tenerte.
La
falta de ánimo puede ser por tu ausencia, no lo sé.
La
censura de melancolía por no tenerte cerca está matándome, lentamente,
arrancando de mi deseo la necesidad de verte, olerte, besarte, tenerte…
Mi
almohada no puede deshacerse de tu silueta, no deja de ser tú, mientras yo
entre sueños divago entre fantasías carnales.
Y
esta lluvia no cesa, parece que al llover se antoja más la carne, tenerla y
arañarla.
La
melancolía de estas tardes pluviales parece traerte a mi mente de manera
constante. Y yo desmenuzo mis pensamientos haciéndote venir.
Necesito
amarte. Necesito tenerte.
Jamás
había pensado que la locura, aquella que desquicia, puede ser el polvo dejado
atrás en tu camino.
No
quisiera trillar las palabras más sagradas conocidas por el hombre sin darles
un significado puro hacia ti. Allí radica mi necesidad de tenerte.
Pues
el amar reside en cómo disfrutas al ser, de cómo lo cuidas para evitar su
partida y conservando la vocación por amar, por disfrutar.
Estoy
seguro que la lejanía es lo que puede hacer reaccionar a una persona que no
valora lo suficiente al ser amado. Ya quiero que termine.
Tu
cercanía, lejos de ser sólo carne, es lo que puede hacer que las cosas comunes
y corrientes dejen de serlo y giren en un sentido en el que, al percibirlos uno
descubre que la indiferencia habida por falta de amor ya no está. Sino que está
presente, en ti, en mí, en ambos.
Te
extraño. Pero, ¿Es acaso la ausencia de tu boca con la mía lo que hace que
sienta la ausencia del resto de ti? Porque besarte es como caer de una
plataforma, estallar y viajar con toda sensación que haga saltar el corazón.
Vuelve
pronto, que me mata tenerte lejos.
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Mateo Moreno