Pienso que la acción por excelencia para darse por vencido es lamentarse.
La mejor manera de darse cuenta que el apego termina es abriendo los ojos.
De una manera u otra, nos vamos perdiendo en un mar de cotidianidad, de triste melancolía de los buenos tiempos y de una rutina que termina siendo cada vez más un ancla más pesada. Uno debiera poder zarpar, salir y ver que la vida es un sinfín de olas diferentes, que nos pueden dar más satisfacciones que decepciones.
Para ciertas personas les es más cómodo anclar cuando ya encontraron algo que llaman “estabilidad”, que no es más que una nueva rutina con alguien. Pero esta rutina es nueva, no pesa y nuestra nave puede avanzar un poco, siendo agitada por pequeñas olas y dependiendo de la marea para evitar conflictos.
Para cuando nos dimos cuenta que todo estaba por hundirse, ya era demasiado tarde. Era lamentable.
Si el amor no puede competir contra el orgullo ferviente de alguien que se siente seguro, terminará abandonando la nave sólo, teniendo que remar lastimosamente hasta encontrar otro navío, teniendo la esperanza de no hundirlo otra vez…
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Mateo Moreno