Los momentos en que llueven me parecen ambiguos y
tranquilizantes, son algo que tanta gente ve, padece, disfruta, reflexiona e
ignora al mismo tiempo.
Pienso que la gente suele padecer la lluvia por ser el
incómodo momento en que no puedes salir de casa, por padecer el estar húmedo y
frío, cuando en realidad es un recuerdo de la naturaleza de que sigue allí,
incontrolable e imponente, a pesar de estar rodeados de concreto, a pesar de
estar en cualquier lado.
Es algo inevitable, que purifica el ambiente, apacigua las
almas alborotadas y alimenta las mentes melancólicas con pensamientos y
esperanzas.
Aísla a todos los seres, recordándoles que son seres individuales,
pues con el impedimento de no querer mojarse prefieren quedarse en su sitio.
Nadie sale, pues no disfrutan el concepto de la lluvia en sí. La gente no sale
y las calles se vacían. Incluso estando en el tráfico la gente padece la
lluvia, cuando en realidad está en un momento único, donde puede apagar su
estéreo y vaciar su mente, es tranquilidad pura, es soledad pura.
Todo lo que nos rodea que no debe estar en el aire cae, a
paso constante el ambiente se purifica, así como los pensamientos de la gente
que posa en este frío meteoro.
También las cosas se ven más claras, la luz es blanca y las
cosas se ven del color que son realmente, no poseen ese cálido naranja
característico de un día soleado. Las cosas son como son, así cruda como la
realidad, las situaciones y los sentimientos turbulentos se ven más claramente.
Las plantas agradecen el gesto del cielo tornándose más
verdes y vivas que nunca.
El olor de la humedad inunda los pulmones sacando cualquier
otro olor dejando sólo frescura en su lugar.
Incluso cuando llueve hay una falsa percepción de que las
casas y coches están limpios, los ríos que se forman en las calles purgan toda
aquella basura de nuestra vista.
Ese frío húmedo te hace sentir que estás vivo, hace que
sientas más tu cuerpo y reflexiones sobre tus sentimientos físicos, mentales y
espirituales. Aunque se suele confundir esta comunión con uno mismo como algo
triste, como la expresión de la naturaleza con melancolía.
Salir a caminar puede ser lo que necesitas para hacer
catarsis con todo lo que preocupa una mente activa.
El sonido es casi mágico, cada gota que cae genera un sonido
único, como cada uno de nosotros en este mundo tan imponente. Nos puede poner
en nuestro lugar en cualquier momento. Y aun así ese bello sonido nos recuerda
nuestra comunión con la naturaleza.
Es como si la vida se pusiera en pausa por un rato, toda
actividad se suspende. Y al terminar, inmediatamente la calma absoluta. El
silencio. Toda la contaminación auditiva de la ciudad cede por unos momentos
antes de volver a la normalidad. Contemplar y disfrutar la calma le hace bien
al alma.
Incluso la melancolía de mentes ociosas que pueda acarrear
puede aprovecharse para escribir pensamientos, poesía, cartas o simplemente
leer, pues el no querer salir es un excelente pretexto. Es como encontrar una
buena razón para buscar el apapacho...
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Mateo Moreno