...y mientras tanto espero que liberes mi esencia de tu mirada, aguardando en un una distante soledad hasta mi escape, donde un abrumador zumbido detendrá este corazón abatido.
Donde la esperanza sólo evita lo prematuro de una muerte inevitable...
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Mateo Moreno
martes, 30 de julio de 2013
viernes, 12 de julio de 2013
El astronauta enamorado
A veces una herida te recuerda que estas vivo.
Es esto el amor, mi estúpida muerte, es esto. Cómo explicártelo? pobrecita… si entendieras eso estarias viva.
Me partió el corazón, pero al herirlo lo creeo, nunca lo entenderías.
Nunca hubiera podido pagarte esto que hiciste en mí, iluminaste el lado oscuro de mi corazón.
decidiste permanecer pobre dejándome a mí tan rico.
-te propongo construir un nuevo canal, sin esclusas ni excusas, que comunique tu mirada atlántica con mi natural pacífico.
-te quiero aclarar de entrada, soy capaz de perdonar muchas cosas, pero hay una en la que soy irreductible, no le perdono a una mujer, bajo ningún pretexto que no sepa volar, si no sabe volar, pierde el tiempo conmigo.
Ahora que por fin está bastante claro dónde estás y dónde estoy sé por primera vez que tendré fuerzas para construir contigo una amistad tan piola que del vecino territorio del amor ese desesperado empezarán a mirarnos con envidia y acabarán organizando excursiones para venir a preguntarnos cómo hicimos.
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Benedetti
Es esto el amor, mi estúpida muerte, es esto. Cómo explicártelo? pobrecita… si entendieras eso estarias viva.
Me partió el corazón, pero al herirlo lo creeo, nunca lo entenderías.
Nunca hubiera podido pagarte esto que hiciste en mí, iluminaste el lado oscuro de mi corazón.
decidiste permanecer pobre dejándome a mí tan rico.
-te propongo construir un nuevo canal, sin esclusas ni excusas, que comunique tu mirada atlántica con mi natural pacífico.
-te quiero aclarar de entrada, soy capaz de perdonar muchas cosas, pero hay una en la que soy irreductible, no le perdono a una mujer, bajo ningún pretexto que no sepa volar, si no sabe volar, pierde el tiempo conmigo.
Ahora que por fin está bastante claro dónde estás y dónde estoy sé por primera vez que tendré fuerzas para construir contigo una amistad tan piola que del vecino territorio del amor ese desesperado empezarán a mirarnos con envidia y acabarán organizando excursiones para venir a preguntarnos cómo hicimos.
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Benedetti
Me importa un pito que las mujeres...
Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo, un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar...
Si no saben volar pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?
María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"María Luisa! María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.
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Oliverio Girondo
Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar...
Si no saben volar pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?
María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"María Luisa! María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.
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Oliverio Girondo
Poco se sabe
Poco se sabe.
"Yo no sabía que no tenerte podía ser dulce como nombrarte para que vengas aunque no vengas y no haya sino tu ausencia tan dura como el golpe que me di en la cara pensando en vos."
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Juan Gelman
"Yo no sabía que no tenerte podía ser dulce como nombrarte para que vengas aunque no vengas y no haya sino tu ausencia tan dura como el golpe que me di en la cara pensando en vos."
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Juan Gelman
martes, 21 de mayo de 2013
Esperanzas....
...cuando uno deje de esperar cosas extraordinarias se descubrirá sorprendido por cosas ordinarias...